de Jon Alonso. Un espacio envuelto de cultura Noir
El singular olor del remordimiento y el hastío navideño
diciembre 18, 2018
Jon Alonso
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“Vuelve
a casa por Navidad”, dice la añeja casa turronera de este país —ahora con el
almendro boca abajo—, pero sin Eloísa. Algo que truena y chirría por la vía de
la velocidad más pope webesférica. Una tierra grande y orgullosa. Dirán
unos. Una piel de toro infecta y proscrita, para otros. No tengo la menor duda. El problema
de esa España tan orteguiana es su viciosa adicción al aroma del remordimiento
que —hasta los vendedores de crecepelos más genuinos— caen en el embrujo de su
efluvio. Luego, están esos de lo público y lo político —que apelan a la
solidaridad— y ahí; somos demasiado especiales. Seré un bicho muy raro. Pues,
sigo sin entender esa gran llamada de alerta máxima y reclutamiento a las plazas castrenses para ser solidarios. Me pregunto:
¿Acaso es que a lo largo del año no hemos sido los suficientemente fraternales
con nuestra alma y la del vecino? Sí, la jodida Navidad es el tiempo, donde se
invita a todo el mundo, a ser mejores y todo eso. No sería la primera ocasión, en la cual, a
más de uno nos ha traído un mal de tripa. Probablemente, el remordimiento ha
puesto su mecanismo a trabajar y comienza el primer conato de angustia: ir de visita
a la residencia, donde sobrevive esa tía anciana, la cual, no hemos visitado en
todo el año. Segundo, ir a la patética cena de empresa y observar langostinos congelados, al lado del
madridista Rodríguez y enfrente, a Gálvez fororo culé (siendo nativo de Fuenlabrada). Por no decir, al nauseabundo trepa, del jefe que milita en el partido
de la republica de Gilead y es un consabido maltratador de multigénero: no jode
a los tíos, a las tías y los transex. Los quiere exterminar y eso me preocupa.
¿Por
qué cojones, hay que ir allí? Nos espera el Dorado, el Minerva o el gordo… Es imposible de
refrenar. El sinuoso perfume del remordimiento me ha llevado a la primera gran diarrea,
y busco Loperamida por todos los cajones de casa. ¡Joder! Es el caos. Mierda por
todos los sitios. ¿Por qué en todos los rincones —de nuestro territorio sean
terrenales o virtuales— nos piden caridad y generosidad para los menos
afortunados? Si acabamos ciscados, en los mismos, a las 15h, delante del telediario de turno, cada primavera, verano u otoñó. Creerán que soy uno de esos malvados,
que detestan la Navidad. Sí, ya lo estoy viendo. ¿Piensan que es puro postureo? Una
de las palabras más buscadas en el puto Google. Pues, no. El arte de posar, no lo he llevado muy bien. Lo mío es genético y no van muy desencaminados, aquellos que habrán denotado mi falta de devoción con el espíritu navideño. No me gustan los regalos,
ni que me regalen ni regalar.¿Y de las celebraciones familiares?Fetén. Al
final, voy a echar de menos a los plastas de Gálvez y Rodríguez. Pero, no puedo dejar pasar la ocasión para recordar esas modisitas conversaciones familiares, en la puta mesa, sentados como pinceles de escaparates del Corte Inglés. Hablando de intrascendencia consumista y climatología invernal. Mirándonos en el vacío de la futilidad más letal. De verdad, que por momentos, uno piensa en el estercolero de Mediaset, y le parece la Academia de Atenas: un lugar para
la reflexión y el enriquecimiento personal. Al final, terminas apalancado a
una botella de vino. La agarras con las manos fuertemente y entras en el divino
aburrimiento. Ya no hay deseo, ni motivo que lo justifiquen. Ni guirnaldas ni
Mirra.
Cuando
no podemos hacer lo que queremos hacer o cuando debemos hacer aquello que no
queremos hacer. Mal asunto. Se huele lo que está por llegar. Empero, también se
cierne, amenazador, cuando no tenemos ni idea de lo que queremos hacer. Podemos
estar aburridos de las cosas (el hastío es el alimento por excelencia de la
sociedad de consumo) o de las propias personas (de otros o hasta de nosotros mismos). Aunque también podemos sentirnos aburridos cuando nada en particular nos
aburre. Esto le pasa con mucha frecuencia a la lumbrera de mi cuñada y pregunta porque Marco Aurelio fue un
emperador filósofo. Lo peor es que, al enunciarlo insistentemente, el aburrimiento se vuelve compulsivamente tedioso. El hastío es un estremecimiento ornamental ante la mediocridad y la
vulgaridad de todo lo que rodea al ruedo ibérico. Muchos de Uds. me acusarán de
puto estirado y engolado. Añadan enfermo crónico, gamberro y trastornado. Claro que también, a uno le da por acordarse, de Saturnino: un profesor de filosofía de 3º de BUP —enfermo
crónico, como este amanuense— que la palmó por un asunto de corrupción de los gestores sanitarios y las mordidas; que sacaban a cuenta de las máquinas de hemodiálisis. Habría que sacar el spray antinavideño del entumecimiento que magnifica la religión y
aquello de la reconexión, a través, de la fibra de alta velocidad con Pascal.
La propia dinámica de la acción y el trabajo, de la mano, de ese señor llamado Kant. El
entretenimiento frente a la moralina burguesa y sus faenas, con un tal Schlegel.
O
probar con el enamoramiento y el hábito artístico, arrimándose a Kierkegaard. Comienza a sonar música de
fondo ¿la oyen? Es el momento, en el que la velada sube de tono, para dejar sitio en la
mesa a la gestión del puto aburrimiento: la bestia de Warhol. Hasta caerse de la silla por el superpedo —que ha cogido— de la mano de Arnol Huelen. Intentando agarrar con el meñique a Nico y Lou. Finalmente,
podrán experimentar la sensación de esas palabras que se quedan retenidas en sus mentes, chocando entre sí, como si quisieran abrir un espacio, de que no saben si existe; en algún confín de sus psiques. Aquellas, que no se acuerdan de cuando, estuvieron por última vez, mientras bailaban a son de David Gahan. Cuando todos me hablaban y yo no decía una sola
palabra, porque las palabras que esgrimiamos supuraban sufrimiento. Oímos como gemían
Jim Morrison y Pamela Courson. Recuerdos y momentos que fuimos enterrando en la
zona oscura de nuestro cerebro. Al final, es mejor silenciarlas para que no padezca nadie. Lo curioso es que todos esos silencios contenidos, en lo más profundo,
del tedio han despertado de su reposo. Ahora, sí. España, parpadea y rechina. Como las luces led que zumban al superabeto de latón, del majadero corregidor vigués y
su arbolito mágico. El gacho dice que es más grande que la polla de mi amigo
Nacho Vidal. Vamos lo mejor del mundo. Al final, solo nos quedan los resquicios de las viejas bombillas
Philips. La luz de aquellos casquillos con cadena de váter. El albor del aburrimiento
se abre paso, entre el jolgorio, y la arrogancia de la Navidad. Como dijo otro
tipo, de esos, que uno suele echar de menos en estos días; Voltaire dixit:El secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo
todo. El almendro de España está crujido y pide silla, en la mesa engalanada, con Eloísa y una caja de Loperamida.
Dedicado a toda esa gente, que en estos días, siempre se echan de menos. In Memoriam
Fotogramas
adjuntados
Le
Monte-charge (1962) by Marcel Blüwal
Black Mirror: White Christmas (2014) by Carl Tibbetts
Lady on a Train (1945) by Charles David
White Reindeer (2013) by Zach Clark
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La cuestión meteorológica y la flaqueza del héroe
septiembre 26, 2018
Jon Alonso
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Hace
unos cuantos inviernos, demasiados para un mortal, que les pierdo la cuenta
meteorológica.Por aquel entonces, una
lóbrega noche, la luna se posaba sobre un oscuro telón profanado por millones
de pequeñísimas e incontables estrellas apagadas. Mi curiosidad me perdió y no
pude evitar acercarme al marco de la puerta para contemplar aquel mar infinito; yermo y quemado.La bestia de la que siempre me había hablado mi abuela, estaba
ahí, delante de mi nariz. Aquel animal, mitad humano, mitad cuerpo mitológico
era completamente real. Sus ojos rojizos iluminaban la senda que llegaba a la
fuente de la aldea. De pronto, rugió un aullido grave, que se quedó alicatado
en mis tímpanos. Una la loca carrera comenzó desde los nogales de Fresno; el
animal atacaba con espantosa furia y yo estaba exhausto de oponer mi parca
resistencia, a tanta lucha continuada. Cuando, una lanza acertó, en uno de los
ojos de la bestia y cayó entre la abundante sangre que salía de su cuenca
orbital. Me quedé vigilante, mientras escuchaba sus agotados gruñidos y
expulsaba una anaranjada espuma por sus fauces. El cazador se tiró sobre él —con salvaje rabia— hundiendo su cuchillo una y mil veces en el cuerpo de aquela alimaña. Aquel tipo estaba tan roto como la bestia; fatigado y herido se
desplomó seminconsciente a su lado. Yo pensé que haría ahora, ya que si la
bestia volviera a recuperarse: ¿Continuará su camino? ¿Se acercaría hasta
nuestro caserío?... Las ideas se agolpaban y enmarañaban en mi jodido cerebro;
extrañas alucinaciones me embargaban el ánimo, y terminé como aletargado.
No
habría pasado media hora, cuando del espeso ramaje, donde había quedado abatida
la bestia. Una mediana sabina se estremeció y entre dos ramas asomó la cabeza
de un nuevo ser —supuesta cría de la bestia derribada— que el cazador había
matado. Se erguía, como un humano, con la cabeza de un cabrito y sus cuernos
bien definidos. Apenas, 60cms. Pero, me puso los pelos de punta. Aquella noche,
era la más extraña de mi vida, cuando mi cerebro dio con el acertijo. Pues,
aquel cabrón había pasado la noche acurrucado bajo las hojas, muerto de miedo,
presenciando la gran pelea que su madre sostenía con aquél enemigo. En ese instante, observó que todo estaba en calma. Se atrevió a salir de su escondrijo —apoyando sus
patas a lo largo del tronco— y comenzó a bajar muy despacio.
Eh,
venga! Muévase—gritó el cazador.—Hablaba conmigo.
Sin
salir de mi estado fantasmagórico. —Es a mí—¡Sí, venga, corriendo, o la bestia
acabará con todos!
—Sr.
¿Quién es Ud?
—Soy
Nimrod; el cazador del mal.
—Aquí
nunca ha pasado nada.—Me sentía desbordado por los acontecimientos.
—Hasta
que llega, chaval. El mal convertido en una criatura letal.
—Podría
llamarme, Edmundo.
—Edmundo…
(Risas, vaya nombre) En fin, ponte a cubierto. Voy a acabar con el demonio de
Cernunnos.
—¿Cernunnos?
—Sí,
amiguete. Luego, ponte a buen recaudo…
A
partir de ese instante, todo fue un baño de LSD. Desde una mirada volcánica que
salió de los ojos de Nimrod, hasta el primer zarpazo que le arreó la criatura.
Ésta, en apenas 30 minutos, pasó crecer 120cts más. Aquel desgarrón en el pecho
le sacó de su letargo. En mi mente, sonaba, esta frase:una liebre que oye a la
jauría, no corre más deprisa. Del héroe de la noche, Nimrod “el cazador” no
quedaba nada, apenas un hombre despavorido, loco, muerto de miedo, sólo en el
mundo que— corría y corría, para salvar el pellejo— se había desinflado de ese
ardor guerrero, que apenas, unos instantes alardeaba. Cuando Nimrod pudo darse
cuenta de sí, vio inclinado sobre él, el cariñoso rostro de mi
madre.—Acojonante, yo la había perdido cuando tenía 7 años. —Ahí estaba,
hermosa y sonriente. No soñaba, era ella la que le reía, la madre de sus hijos,
viva y salvada, sin duda alguna por un milagro. Gruesas y ardientes lágrimas
corrieron por las curtidas mejillas del cobarde guerrero.—Estaba atónito.
No
obstante, me pregunté por esas lágrimas… ¿Eran las de la alegría del padre que
despierta entre los suyos, o lágrimas de vergüenza de un orgulloso cazador que
se cagó de miedo? Luego, se escuchó una voz celestial, y una plegaria; se dejó
caer como algodón de azúcar, en aquel trozo de bosque. Un momento de paz que
acariciaba, en la hora del inminente peligro. El mismo que siempre veló por el
sino de aquellas criaturas humanas que luchaban por perder su anhelada
mortalidad. Al final, uno dejó de soñar, durante un largo tiempo, para no
convertirme en ese monstruo gris cobrizo que respira en los primeros días
cálidos de los nuevos otoños. Esos que hacen que los veranos parezcan
entremeses y los inviernos menos grises. Es el tiempo de los mortales. Debería
de serlo. Ese, en el que se miran a los ojos. Empero no se confíen, los dioses
son tan osados; que nunca sabrán si te ven, a través de los tuyos, o si tú te
ves reflejado en los suyos. La mediocridad es conformista y el cambio climático
tan repetitivo como el Tramadol y la previsión meteorológica.
Dedicado a Celia Barquín
Julio 1996/Septiembre 2018 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
Lanka
Dahan (1917) by Dhundiraj Govind Phalke
American
Gods (2017) by Bryan Fuller
La
corona di ferro (1941) by Alessandro Blaseti
Ulises (1954) by Mario Bava & Mario Camerini
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El aroma de la Sra. Shelley
julio 27, 2018
Jon Alonso
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Aquel
día perdí el rumbo y el cuaderno de bitácora, donde recogía las últimas notas.
La tormenta se mostró con una fuerza inusual. Cayeron bártulos y soldados de
plomo, como enormes bolas de granizo. Era un tobogán sin final y claro; el libro de
bitácora despareció. A pesar de aquel desastre; la Sra. Shelley se acariciaba
el pelo, mientras contemplaba el hundimiento de nuestras vidas.
Desgraciadamente, las horas se volvieron erráticas y tediosas. Afortunadamente,
llegó el momento, donde la pantalla del viejo teatro mostraba el The End. El
silencio se volvió jolgorio y la oscuridad luz de cristal, hasta la siguiente
semana. Desde los urinarios llegaban inquietantes efluvios a orina rancia y lejía. A
través, del pasillo se atisbaba una figura sentada, remarcando una sombra
inmóvil. En la calle del viejo Londres; la oscuridad terminaba de impregnar la
nebulosidad total. Incluso nos dejó ver los últimos destellos de las luces de
gas.
La
figura inmóvil toma vida y comienza a seguirnos. Gira su cabeza hacia la
derecha y baja la escalinata del teatro con desparpajo. Allí se queda en la
penumbra. En el último rincón del boulevard, el viento ciega a los peatones y
cambia el itinerario, de aquellos que no saben dónde ir. Conversaciones avisan de la
muerte del verano. Los silbatos y las voces de la policía llaman al orden, y éste
aparece, como espuma de diazepam, en el capuchino del aguerrido personal. La
noche en tormenta no era apetecible para aquellos chavales tímidos y pudorosos
que vimos en la terraza del puerto. Otra vez, el rostro resplandeciente de la
Sra. Shelley desistía de la atemporalidad momentánea —no hizo ningún gesto
expiatorio— mientras mantenía la compostura. La pérdida de la inocencia y la
caída meteorológica de la moral, dejó a la vista un panorama lleno de
prejuicios hacia su persona.
Se
escuchaba el tic-tac del grupeto de relojes de los estados del tiempo. Era el
mismo artilugio que nos acompañaba allá donde fuéramos y tan inexacto como una
predicción apocalíptica. No obstante, confiábamos ciegamente en su mecanismo,
que velaría por nuestra seguridad. La noche se arrancó con unos truenos que nos
generaban taquicardia. Era el preámbulo de la función. Inesperadamente, el
telón no subió en esta ocasión. Cuando todos lloramos la caída del reloj de
arena. De inmediato, se esparcieron las areniscas del runrún de la tragedia. Todos mirábamos a la
Sra. Shelley con el anhelo de una inocencia confundida. Nuestros sueños se
quebraron —de la misma forma violenta, que el reloj— nunca más despertamos de
aquella pesadilla. La Sra. Shelley se marchó envuelta entre tinieblas y sombras
con el gigantesco monstruo de la mano.
Ahora,
si se escuchaba el tic-tac del reloj, y ella llevaba un gran ramo de lirios, en
los brazos. Se giró y nos sonrió, mientras daba un inocente beso a su querida
criatura. Después, arreció el viento y su melena de cabellos blancos
desapareció en el horizonte de la bahía.Alguien, pensó que
éramos demasiado viejos para estar muertos.—Yo sólo me preguntaba: ¿alguna vez
vimos, antes de la tormenta, un bergantín en algún lado del otro, por aquel
viejo Londres? ¿Somos los últimos habitantes del viejo cementerio? La Sra.
Shelley parece feliz, pero se marchó sin invitarnos a tomar su rico pastel.
Finalmente, Las calles estaban anegadas de agua y se formaron riachuelos que
terminaron arrastrándonos, uno a uno, al lado de cosas sin valor. En el fondo,
sólo creí en Dios, aquella tarde de otoño, cuando la Sra. Shelley nos invitó a
su morada.
FIN Dedicado a Macario Gómez Quibus Marzo 1928/Julio 2018 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
Frankenstein 1931 by James Whale
The
Frankenstein Chronicles 2015 (TV) by Benjamin Ross
The Bride of Frankenstein 1935 by James Whale
Mary
Shelley's Frankenstein1994 by Kenneth Branagh,
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Braulio, amor mío
junio 30, 2018
Jon Alonso
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Me
hubiera gustado se un poco más feliz. Tampoco lo sabía muy bien. Aunque una cosa es experimentar y
otra quebrantar. Nada más lejos de la realidad, querido Braulio. Es inefable,
el jodido dolor que me causas, día a día. Tu ausencia es como el veneno dentro
de un ambientador de marca blanca esparcido por toda la casa. Aún puedo
sentirte, olerte y escucharte. Sí, Braulio. Te veo en cada rincón, de este
lánguido y enorme casoplón que construimos juntos. ¿Dónde estás? ¿A dónde te
fuiste? ¿Por qué lo hiciste? ¿Tanto te costaba aguantar un poco más? ¿Cómo
pudiste ser tan egoísta para marcharte, y dejarme sola? Me muerdo las uñas y el
pelo se me cae. No sé si estarás pasando frío en la gélida noche. Si te has ido
al otro lado del charco o si estás cerca, riéndote de mí. No sé qué pensar.
Empero este sinvivir sigue dentro de mi cerebro. Deseando que aún respires, que
sigas con vida, allá donde estés. Ya está bien, Braulio. ¡Basta de esta lenta
agonía! ¡Por favor! Te lo pido de rodillas, mientras mis lágrimas crean un
estanque de agua salada. Veo el sofá, nuestro dormitorio y el estudio, Braulio.
Pero no te veo a ti. Sin embargo, Braulio, no era la primera vez que cometía el
error de desaparecer.
A
la búsqueda de un afán desesperado por intentar definirse a sí mismo, por
ordenarse mentalmente. Braulio era uno de esos tipos que nunca podía decir: “yo
soy...” Del mismo modo, que sus labios pronunciaban las palabras, de turno. Ese
maldito ser desaparecía... Sólo existía el pasado, ese que únicamente podía
definir un borroso esbozo de lo que había sido: enturbiado, ex profeso, por las
diferentes tonalidades que se mezclaban en la paleta de la circunstancia.
Braulio, no podría llegar a conocerse nunca a sí mismo. La angustia le asaltaba
de un modo repentino y caprichoso. En cualquier momento, estallaba. No llamaba
a su puerta, entraba así de sopetón, sin previo aviso. Era la llegada del ese
momento de desnaturalización del personaje; que lo inundaba todo. Braulio, era
demasiado joven... posiblemente, le faltaba mucho por experimentar, y ahora le
asaltaba la duda de vivir o morir.
El
mero hecho de percatarse de ello se lo impedía, y entraba entonces en una
vorágine de enlaces racionales que deberían haberle permitido comprender su
agonía absurda y sin sentido. Braulio, intentaba bucear en sus contrasentidos,
causas, consecuencias, emociones, esperanzas y humillaciones. El resto de
sensaciones quedaban muy lejos, como los humores etéreos que se arremolinaban, en ese molde, donde ninguna pieza encajaba; que seguía siendo, su atribulada
cabeza. — Sí, lo sé todo de ti y lo desconozco todo. Braulio ¿por qué no me
dices dónde estás? Te he buscado por los rincones más extraños que pudiera
pisar mi honor. Estoy enloqueciendo, siento mi locura, más intensa de lo
habitual. Y sólo sufro por ti. ¿Braulio, sabias que nadie más, denota tu
desaparición? Pero, solamente es mi imaginación, mi mente que se niega a
aceptar la realidad.
Dos años después
Unidad
de investigación de personas desaparecidas en un lugar de Segovia…El
cuerpo de Nekane Iturralde López ha sido localizado, en un viejo cauce, a la altura de
una pedanía cercana a la población de Pedraza. La portavoz de la Undad ha
comunicado a los medios de comunicación presentes; que entre las pertenencias localizadas de los restos
del cadáver; se encontraba un sobre con una carta, en su interior.
Una
vez levantado el acta del cadáver, por el juez, éste ha sido enviado al Instituto
de Patología Forense del Hospital Ramón y Cajal. Esa misma tarde un medio digital reproducía parte de un extracto de la misiva que llevaba NI. “Braulio, amor
mío, vuelve... Yo te quiero. Eres la persona más importante de mi vida. En
tantos años pasados; quemaría todo lo escrito y retrocedería a las vigilias que
me llevaron al borde del suicidio (a pesar de haber nacido en el seno, de una
añoranza de perpetua tristeza, de tú extraña dependencia, siempre me rondó la
misma pregunta: ¿se sentiría cómodo siendo feliz?). Posiblemente, ya no era
necesario. No obstante, Nekane dijo: ya no lo aguanto más. Esta angustia me está
matando. De verdad, Braulio. Es otra de tus crisis habituales o ¿Tienes pensado volver? Porque te necesito más que nunca de vuelta. ¡Braulio, amor mío! Por fin,
te encontré para siempre.
FIN
Dedicado
a Harlan Ellison mayo 1934/junio 2018 In memoriam
Fotogramas adjuntados
Mystery
in Mexico (1948) by Robert Wise
The
Night Of The Following Day (1973) by Hubert Cornfield
Séance
on a Wet Afternoon (1964) by Bryan Forbes
Le
mépris (1963) by Jean-Luc Godard
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El dolor sordo de los extraños
junio 01, 2018
Jon Alonso
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Aquel
instante me pareció el más importante de mi vida en mucho tiempo. Aún, tengo la
sensación que, en otro lugar, el sentimiento se hubiera vuelto inexplicable.
Pero no dejo de pensar, lo ocurrido ese día. No encuentro palabras para
descifrar, mis sueños o la ausencia de lógica en mi comportamiento diario con
ese jodido dolor. De repente, la melancolía se apodera de todo mi tronco
esquelético. Hay furia y tristeza. La más exultante impotencia que uno pudiera
imaginar. La desolación de un hombre excluido. No sé dónde ubicar todos estos efectos.
Y de nuevo, volvió aquel intrigante pensamiento: amar o abominar la crueldad de
los pinchazos en el tórax.
Las
quemazones y las descargas eléctricas. En un segundo, recordé algo, esencial.
Si mi mente está dividida en múltiples compartimentos: ¿en cuál de ellos
encontraría la auténtica esencia de los humanos perfectos? Empero, si la mente
fuera un solo ente, sin estructurar, las diferentes partes del cerebro;
evidenciarían que no estarían enteradas —específicamente— de las funciones
concretas. Yo lo sé, porque me lo dijeron hace mucho tiempo en la facultad.
Pero como explicarle al otro yo; en el oeste de mi cerebro. A lo mejor, la
solución, estaría en la frescura de cualquier alumno de primero de medicina.
Tan simple, como creer en la etimología de la enfermedad, la cual, lleva
expresa tan grosera falacia.
Al
final, el dolor te consume, como la ceniza de un cenicero en un bingo. Al igual
que la desesperación de no poder comunicarte con el de enfrente. Angustiosa y
patética experiencia.Soy incapaz de
explicar este sentimiento, pero recuerdo aquel instante, ese momento, en el que
fuimos felices. Simplemente, sentados, uno al lado del otro. A pesar de la
distancia geográfica y la casuística del lenguaje. Al final aprendimos a
escuchar, a traducir, a observarnos y descubrir entre minucias de acertijos.
Fue duro y desolador. Cuando, finalmente, asumimos el inexplicable secreto de
la sordera del dolor. El dolor de los cuerpos extraños y su perpetua soledad.
Dedicado
a Philip Roth marzo1933/mayo 2018 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
Jezebel(1938)
by William Wyler
Sybil
(1976) by Daniel Petrie
Lilith 1964 by Robert Rossen
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6 años después, el IBP, sigue enamorado de Hubert Selby Jr. y detesta a Mr.Like
abril 04, 2018
Jon Alonso
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Hace
ya seis años, que me enrollé la manta al cuello y con la ayuda de la mejor
persona del mundo, puse en marcha el Inquietante Bypass. Sepan que no soy muy
de celebraciones, ni de escritura personal, ni de la autoayuda, batallitas de
chaveas, y por supuesto, mi horrenda empatía social —in person—, que sólo he
superado con psicoestimulantes, a lo largo de mi primer cuarto de siglo. Sin
embargo, conseguí que mi vida fuera como yo quería: nada de deberle favores a
nadie, ni compromisos fraternales. Puedo decir que he hecho lo que me ha salido
de los huevos. Eso, sí. Sin dejar de lado mis obligaciones contractuales. Nunca
he nombrado a mi familia porque no la tengo. A ver, si la tengo… ¡Demonios!
¿Quién no tiene familia, en este mundo? Aunque, haya sido tu esclavista o
maltratador de turno. Una pena, pero claro ese estamento no se elige, se
impone. De ahí, mi amor inconmensurable por el gran, Dickens. Me considero un
engañado, a todos los efectos. Desde el salto de la placenta de mamá, hasta el
lomo de la rana de S. Antonio. Pasando por el fórceps de un obstetra con Celtas
emboquillado, pegado a sus amarillos labios, y bigotito falangista, en 1966.
Hasta una reanimación cardiaca, debajo de un enrobinado grifo, que chorreaba
gélida agua. Afortunadamente, hay algo que me hace feliz, me ha dado mucha
felicidad y ha sido mi mejor compañía; el sexo, el dinero y las drogas. El
dinero está ahí, no muy lejos. Si trabajas duro, tendrás tu recompensa. Yo he
ganado dinero, como me lo he pulido. Una Minipipmer sin tope de voltaje. Y eso,
no ha sido nada, comparado con el subterfugio de los jodidos daños colaterales.
No. Sres. No conté con ello y de allí, mis malditas penurias. Nunca creí lo que
me pasó hace ocho años y menos aún, como me puede estar pasando a mí. ¡Joder! Todavía,
sigo sin creérmelo… La putada es que no puedo, ganar dinero como antes. No
puedo entrar al campo de juego. He de resignarme, a la realidad, y ese escenario, donde lo vital es apestosamente terrorífico. Sólo quieres desaparecer. A ver, que no me vean en estas últimas letras,
escorzos de lloriqueo o moquear. No me quejo, no me gusta el postureo de la
lamentación. ¡Cojones! Ahora no puedo ganarme la vida con mis manos. Ya, que sí, que lo sé. Lo entiendo. Síí, medio mundo se muere de hambre para que los acomodados
europeos occidentales den la murga. Como estoy de aniversario, se joden y la
aguantan. Me crie en un barrio, donde la gente madrugaba mucho para ir a
trabajar y las madres hacían cola en el Mercado Central para traer un poco de
morralla a la cocina. Un lugar, donde existía un respeto hacía, la edad. Los
gerontes tenían galones y sabían de la vida; se les admiraba. En la calle, los
colegas estaban a medio camino entre el mundo quinqui, la heroína, la cárcel y
la movida: Una estafa de Tierno Galván, pero era tan cool que comparado, con la
acera de enfrente, pues hasta tenía su puntito. En el fondo, un hombre sabio, viejo y muy tierno. Dentro
de ese colectivo, de ancianos mayores, estaban los que habían tenido sus
problemillas con la ley. Es decir, entre ladrones, los códigos existen. Y al abuelo
más gamberro, se le respetaba. Bueno, iba a Roma, con su pliego al Papá. Yo era
un estudiante modélico de unas notas magníficas, hasta que dejé de serlo. Tenía
mucha suerte, con lo del estudio, pues no estudiaba nada y me acordaba de todas
las frases, los versos, las formulas matemáticas y las figuras literarias. En esos escasos segundos que, había leído el libro de turno, me colgaba otro notazo en el examen. Hasta que
la memoria se empieza a marchar. Se escapa como el confeti de una noche de fin
de año. El otro día mirando mi colección de cajas vintage de los mejores
Maltas, me di cuenta que la de Bowmore, tenía unas anotaciones, donde se leía
títulos universitarios e idiomas. La abrí y me quedé exhausto. No me lo podía
creer, tendría que pasarme un día entero para introducirlos en una base de
datos.Mi casa está llena de libros,
casi todos comprados en librerías de lance, rastros u ofertas de saldos. Siempre
pensé que con una licenciatura, o dos, la gente te abriría una puerta y te
miraría mejor, esgrimiendo debajo del brazo un título firmado por el gangoso matadumbos Borbón.
Yo
crecí en un tiempo y un barrio, donde las familias eran tan pobres que le
decían al vecino; mi hijo es abogado, eh! Claro, que tiene su lógica. Aquellas
personas nunca pudieron leer ni un solo libro. En el fondo, es una gran estafa,
lo del título de matadumbos. Todavía recuerdo el día que llegué a la universidad
—uno estaba encantado— menuda breva. Trajeado como Patrick Bateman. Olía a
Ferragamo y pisaba con fuerza mis Clarks. Un 127 Fura, en la puerta y un montón
de nenas “Ñan”, que me miraban. No había muchos tíos de 25, todavía quedaba un
mes para los 26. Ah!, aquel aspecto aniñado y guapín que daba propinas al
camarero del bar de la facultad y pagaba las copas de criaturas que, llevaban
la mochila del Corte Inglés pagada, con los Valecortys, de sus viejos. Era el
puto amo. Y batí un record. Menuda máquina: trabajando y estudiando 5 años
seguidos: me licencié, con tesina y una tesis doctoral que no quise leer,
porque la quemé, tras una noche de farra hasta el amanecer. La quemé en un
descampado con una botella de Jameson en la mano. Borracho como una cuba, reía
y reía delante del fuego. ¡A la mierda! La cuestión es que no paraba, también
compaginé un Máster de dirección de cine, guion y producción, que por cierto lo
organizaba gente del ESCAC y una universidad palmera que pone la mano. No
recuerdo bien, el nombre, hay tantas, como setas. Sí, esos bolos que se montan
algunos de los que tan efusivamente, y a día de hoy, pintan canas por las redes
sociales con sus retoños.Como Amancios, en
su cumpleaños. ¡Qué tal chico, cómo estás...! Y se exhiben, Ahora, cuando, lo
ven a uno, dócil y viejo. Desconchado, por las cicatrices de los quirófanos y
convertido en un ser sin vida por el dolor. Todo el mundo siente pena y esa
lastima por el descalabro. ¡Grande Wilder, a patadas por las escaleras! ¡Qué
lejos quedan las promesas envueltas en oro y lentejuelas! A ver, un segundo,
que tengo que tomarme una cápsula de morfina y un zumo. Sigamos, ¿por dónde
iba? ¡Ah, sí, ya recuerdo! Un par de años antes de entrar en la facultad,
comenzó mi primer gran intriga por el cine. Sí, aquello fue un escándalo, de
cojones. Al lado de la pija, más guay del sagrado corazón púrpura redentor, no
soy muy devoto. Será porque pude elegir entre ética y religión. Poca
diferencia, la maldad las separa seis grados, en el limbo. Ahí, comencé otra
estafa relacionada con el cine, donde aparecían gentecillas de la divina
cultura de esta villa fallera. Desde gente que ganó un Goya, pidiéndome una
correa, pues se le caían los pantalones. Ahora, el cabrón agarrado como un chinche; no se pintaba una línea de la papelina que llevaba en el bolsillo.
Cosas de aristócratas antisistema. Estaba fuera de órbita. Desde que tuve que
aguantar una noche, a ese hijo de la gran puta borrachín, de Córdoba. En el
rodaje de un cortometraje, me ponen de nani de guardería en el café de la
Infanta. Menudo elemento. Por cierto, con la ley actual ¿Se le podría aplicar
los cargos de acoso y violencia de género? ¿O lo acosar, a un tío no es acoso?
Creo que los The Goya Corporation, me señalaron de por vida. Ahora, la vida da
muchas vueltas y entré en un bombo de la champions league. Donde, yo terminé
metiéndole el mejor gol, de mi vida, a todos estos niñatos de Papuchi y
Mamuchi. Como lo de escribir, no se me daba mal. Alguien, a quien le tengo un gran respeto dijo; lo haces un rato bien, criatura. Hay gente que te mira con buenos
ojos. Ahora, es el presidente de mi club de fans del IBP. No todo va a ser hulla de Ponferrada. Habrá gente que les joda escucharlo
y otros se la sudará. Luego, están los que lo dicen todo con la boca pequeña y
los ojos ensangrentados. Lo siento, pero no tengo la culpa de escribir y follar
como los ángeles de la Capilla Sixtina. Los ángeles follan, y no es mentira,
hasta Versace lo dijo, antes de ser asesinado.
La
cuestión es que escribí un guion. Aquel guion era para un formato televisivo de
concurso. Tuve una idea cojonuda y la cosa, como el que no quiere, fue un
pelotazo. El episodio piloto hizo un gran share. Algo que yo detestaba. La cuestión;
es que la productora —que gestionaba el programa— no quería que yo tuviera la
autoría y el copyright de aquel sarao. Y dije: Puta madre! Nos fuimos a pleito.
Como me la traía floja aquel mundo, de chilicuatres, del postureo
digital. Accedí a negociar en una habitación, una suculenta compensación
económica. Así como la entrega de todos los derechos de autor. Se lo quedaron y
felices con unas perdices los perdí de vista. Querían darme la mano o besarme
el culo… Yo solo quería marcharme lejos… Ese guion es la idea original de un
programa que —a día de hoy— se emite en más de 50 países. No me quejo, eso sí.
Mi picapleitos que es una de las personas, a las que más quiero, junto con mi
asesor fiscal. Me dijo que estaba loco de atar. ¿Por qué vender algo que lleva
20 años siendo la gran mazorca de la TVs? Te lo dicho mil veces, Isidro:—No me
gustaba, esa mierda. Yo quería hacer cine. Irme lejos de este puto país, cuando
se muere mi madre. ¿Inoportuna? Puede. La vida y fatalidad, separadas por un
instante muy efímero. Una tragedia más, que metes en tu mochila, y se carga con
ella. Fue un época convulsa y compleja. El dinero se consumía. De repente, cogí
el teléfono. Al otro lado, del hilo telefónico, el depredador de Isidro. Él
sabía lo de mi madre y con lo que ganó de la comisión del affaire del guion.
Nunca ha dejado de llamarme y preguntar por mi vida. No obstante, Isidro, me
llamaba para decirme algo muy jugoso:— ¿Oye, Jon, si no quieres ser guionista famoso,
podrías trabajar como escritor negro…?—Ah, pues, tío. Tiene buena pinta. Va a ser que sí. Me
consiguió un contacto con una agencia que necesitaba un escritor con estilo y
oficio, para ser Ghostwriter. Así, hasta llegar a la edad, de todas mis
desgracias, 43 años. La edad de mi eterno amigo Tony Soprano. No lo puedo
evitar, pero lo echo mucho de menos. ¿Ven por qué sigo mustio y muy jodido?
Lógico.¿No creen que podría estar ganando un pastuki? Luego, está lo de esta
chica, rubia, que manda en Madrid y al parecer quiso hacer un Máster, como el
sujeto, Blasito. A ver, se acuerdan de la botella de Malta de Bowmore, claro
que sí, con lo bueno que está. Da la casualidad, que como no había tenido bastante
con la arqueología, la prehistoria, el cine, los putos guiones y el mundo
negro. También hice un Máster de Periodismo y estaba en la cadena de los curas
de becario. Tenía muchos tacos y la gente me llamaba el becario científico, por
lo de los espolones. Los chavalitos pagaban un pastón como la Cifuentes
(perdón, ella no) para hacerlo y poder hacer prácticas gratis. ¡Hay que joderse!
Venga, ya! Investiguen las universidades que son cómplices de esta mierda. Les
gusta el dinero, tanto como a servidor. En ese Máster conocí a Blasito, que sin
tener la licenciatura de Periodismo, acabó siendo un tipo muy importante en la
consejería de cultura de fallerolandya.
No
digo, sus apellidos y demás, porque esto lo tendría que hacer los de la prensa
levantina. No confundir con los cachas. Y ya saben, que el dinero, es esencial
para mí. Luego, no tengo ganas de joderle la vida a ese cabrón, al cual le hice
hasta el trabajo de fin de Máster y tropecientas mil asignaturas. Bueno,
dejémonos del puto Blasito y vean cómo se las gastaban, en la capilla del micro de los
curas. Llego allí y me dan un plumero y una caja de folios. ¡A la
fotocopiadora, campeón y nos traes dos aguas con gas! Pasaban los minutos y a
las dos horas, aparece una chica con cara de angustiada. Me dice:—Oye, chico,
que te llaman del estudio central. Allí, que voy yo. Mi voz, al igual que mi
entrepierna; suena muy viril y sexy. La cosa como el que no quiere, se mascaba en el ambiente, apuntaba mal pálpito. Aquel
corral tenía un gallo grande y viejo, al que mi intervención —“in live”— lo
hizo polvo cuando entré en antena. Y se las ingenio, para decirles a los de la
dirección del máster; que no era la persona indicada para trabajar en radio. Yo
antes de marcharme le espeté: ¡Ud. es un envidioso! Lo lleva en la cara.
“Arrieros somos, y en el camino, nos encontraremos.” Me marché muy enfadado,
enfadadísimo. Supe con los años que, al payo, le dio un infarto, como el que me
dio a mí, de los masivos. Realmente, muy jodidos y letales. Empero, él se murió.
Lo siento, yo no le deseaba la muerte. Ni se la deseo a nadie. Sólo un par de
hostias públicas o unas disculpas… Ahora hay un Máster de radio con su nombre y
una placa. Los niños y las niñas bien que estudian periodismo en la privada
pagan por hacer prácticas en la silla del rey de la radio fallera. Como diría
mi amado Hubert SelbyJr. He tenido una vida realmente, muy literaria. En 2002,
Selby entregó a la imprenta su último trabajo, porque ya no tenía vida pública.
Atado a un tubo de oxígeno, había dejado de dar clase y padecía una terrible
depresión. El bueno de Selby murió en abril de 2004 por la jodida necrosis
pulmonar crónica, que soportaba, desde sus tiempos mozos en la marina.
Curiosamente, Hubert rechazó la morfina durante sus últimos días de hálito.¿Entienden porque me gustaría escribir como Hubert Selby Jr? No hay escritores
como él, ni los hacen ni se fabrican. Es muy difícil ver algo tan sui generis,
como aquel genio. Recordaré aquella reseña que escribió para L.A. Weekly: “Lo
extraño, en realidad, es que todavía estoy vivo, y que periódicamente puedo
publicar un libro. Creo que tiene que ver con aquella sentencia de muerte que
me dio el médico cuando era joven. Que se vaya a la mierda, pensé entonces.
Nadie me dice lo que tengo que hacer”. Durante estos 6 años, el IBP, en
realidad se le debe al coraje de una mujer extraordinaria, que me empuja a
ponerme delante del ordenador. Aunque, sea en una silla de ruedas. —Escribe,
Jon. —No cielo, yo no soy escritor. Para ser escritor se necesita el arte de la
disciplina y la técnica. Y yo nunca he sido disciplinado, aunque tenga mucha
técnica. Está claro que soy una causa perdida. No tengo miedo a la muerte, sólo
a no verte nunca más. Eso si que me da auténtico miedo. Aquí me he sentido libre y escribo cuando puedo, sin
presión. Escribo de lo que quiero, siempre con el cine por delante. El dinero,
nos da la libertad, para elegir ser muchas cosas. Lo peor, es tenerlo y no tener
salud. Es obvio, cuando no tienes un céntimo no haces la declaración de la renta.
Por cierto, no le den un like, al post. Pues, me importa un pimiento, Mr. Like. Y todos sus negocios de venta de datos; cuando cagamos, follamos, nos cepillamos los dientes o nos vamos de vacaciones.¡Qué le den a Mr.Pulgar! Empero, si les ha gustado mucho, tendré que seguir escribiendo hasta que me
encuentre en un bar muy canalla con el karma de Selby Jr. Palabra de cardiopata.
Dedicado a Steven
Bochco diciembre 1943/abril 2018 In Memoriam Fotogramas adjuntados
Hubert
Selby Jr: It/ll Be Better Tomorrow (2005) by Michael W. Dean& Kenneth
Shiffrin
The
Big White (2005) by Mark Mylod
Man
of a Thousand Faces (1957) by Joseph Pevney
I
love You Phillip Morris (2009) by Glenn Ficarra& John Requa
“Vuelve
a casa por Navidad”, dice la añeja casa turronera de este país —ahora con el
almendro boca abajo—, pero sin Eloísa. Algo que truena y chirría por la vía de
la velocidad más pope webesférica. Una tierra grande y orgullosa. Dirán
unos. Una piel de toro infecta y proscrita, para otros. No tengo la menor duda. El problema
de esa España tan orteguiana es su viciosa adicción al aroma del remordimiento
que —hasta los vendedores de crecepelos más genuinos— caen en el embrujo de su
efluvio. Luego, están esos de lo público y lo político —que apelan a la
solidaridad— y ahí; somos demasiado especiales. Seré un bicho muy raro. Pues,
sigo sin entender esa gran llamada de alerta máxima y reclutamiento a las plazas castrenses para ser solidarios. Me pregunto:
¿Acaso es que a lo largo del año no hemos sido los suficientemente fraternales
con nuestra alma y la del vecino? Sí, la jodida Navidad es el tiempo, donde se
invita a todo el mundo, a ser mejores y todo eso. No sería la primera ocasión, en la cual, a
más de uno nos ha traído un mal de tripa. Probablemente, el remordimiento ha
puesto su mecanismo a trabajar y comienza el primer conato de angustia: ir de visita
a la residencia, donde sobrevive esa tía anciana, la cual, no hemos visitado en
todo el año. Segundo, ir a la patética cena de empresa y observar langostinos congelados, al lado del
madridista Rodríguez y enfrente, a Gálvez fororo culé (siendo nativo de Fuenlabrada). Por no decir, al nauseabundo trepa, del jefe que milita en el partido
de la republica de Gilead y es un consabido maltratador de multigénero: no jode
a los tíos, a las tías y los transex. Los quiere exterminar y eso me preocupa.
¿Por
qué cojones, hay que ir allí? Nos espera el Dorado, el Minerva o el gordo… Es imposible de
refrenar. El sinuoso perfume del remordimiento me ha llevado a la primera gran diarrea,
y busco Loperamida por todos los cajones de casa. ¡Joder! Es el caos. Mierda por
todos los sitios. ¿Por qué en todos los rincones —de nuestro territorio sean
terrenales o virtuales— nos piden caridad y generosidad para los menos
afortunados? Si acabamos ciscados, en los mismos, a las 15h, delante del telediario de turno, cada primavera, verano u otoñó. Creerán que soy uno de esos malvados,
que detestan la Navidad. Sí, ya lo estoy viendo. ¿Piensan que es puro postureo? Una
de las palabras más buscadas en el puto Google. Pues, no. El arte de posar, no lo he llevado muy bien. Lo mío es genético y no van muy desencaminados, aquellos que habrán denotado mi falta de devoción con el espíritu navideño. No me gustan los regalos,
ni que me regalen ni regalar.¿Y de las celebraciones familiares?Fetén. Al
final, voy a echar de menos a los plastas de Gálvez y Rodríguez. Pero, no puedo dejar pasar la ocasión para recordar esas modisitas conversaciones familiares, en la puta mesa, sentados como pinceles de escaparates del Corte Inglés. Hablando de intrascendencia consumista y climatología invernal. Mirándonos en el vacío de la futilidad más letal. De verdad, que por momentos, uno piensa en el estercolero de Mediaset, y le parece la Academia de Atenas: un lugar para
la reflexión y el enriquecimiento personal. Al final, terminas apalancado a
una botella de vino. La agarras con las manos fuertemente y entras en el divino
aburrimiento. Ya no hay deseo, ni motivo que lo justifiquen. Ni guirnaldas ni
Mirra.
Cuando
no podemos hacer lo que queremos hacer o cuando debemos hacer aquello que no
queremos hacer. Mal asunto. Se huele lo que está por llegar. Empero, también se
cierne, amenazador, cuando no tenemos ni idea de lo que queremos hacer. Podemos
estar aburridos de las cosas (el hastío es el alimento por excelencia de la
sociedad de consumo) o de las propias personas (de otros o hasta de nosotros mismos). Aunque también podemos sentirnos aburridos cuando nada en particular nos
aburre. Esto le pasa con mucha frecuencia a la lumbrera de mi cuñada y pregunta porque Marco Aurelio fue un
emperador filósofo. Lo peor es que, al enunciarlo insistentemente, el aburrimiento se vuelve compulsivamente tedioso. El hastío es un estremecimiento ornamental ante la mediocridad y la
vulgaridad de todo lo que rodea al ruedo ibérico. Muchos de Uds. me acusarán de
puto estirado y engolado. Añadan enfermo crónico, gamberro y trastornado. Claro que también, a uno le da por acordarse, de Saturnino: un profesor de filosofía de 3º de BUP —enfermo
crónico, como este amanuense— que la palmó por un asunto de corrupción de los gestores sanitarios y las mordidas; que sacaban a cuenta de las máquinas de hemodiálisis. Habría que sacar el spray antinavideño del entumecimiento que magnifica la religión y
aquello de la reconexión, a través, de la fibra de alta velocidad con Pascal.
La propia dinámica de la acción y el trabajo, de la mano, de ese señor llamado Kant. El
entretenimiento frente a la moralina burguesa y sus faenas, con un tal Schlegel.
O
probar con el enamoramiento y el hábito artístico, arrimándose a Kierkegaard. Comienza a sonar música de
fondo ¿la oyen? Es el momento, en el que la velada sube de tono, para dejar sitio en la
mesa a la gestión del puto aburrimiento: la bestia de Warhol. Hasta caerse de la silla por el superpedo —que ha cogido— de la mano de Arnol Huelen. Intentando agarrar con el meñique a Nico y Lou. Finalmente,
podrán experimentar la sensación de esas palabras que se quedan retenidas en sus mentes, chocando entre sí, como si quisieran abrir un espacio, de que no saben si existe; en algún confín de sus psiques. Aquellas, que no se acuerdan de cuando, estuvieron por última vez, mientras bailaban a son de David Gahan. Cuando todos me hablaban y yo no decía una sola
palabra, porque las palabras que esgrimiamos supuraban sufrimiento. Oímos como gemían
Jim Morrison y Pamela Courson. Recuerdos y momentos que fuimos enterrando en la
zona oscura de nuestro cerebro. Al final, es mejor silenciarlas para que no padezca nadie. Lo curioso es que todos esos silencios contenidos, en lo más profundo,
del tedio han despertado de su reposo. Ahora, sí. España, parpadea y rechina. Como las luces led que zumban al superabeto de latón, del majadero corregidor vigués y
su arbolito mágico. El gacho dice que es más grande que la polla de mi amigo
Nacho Vidal. Vamos lo mejor del mundo. Al final, solo nos quedan los resquicios de las viejas bombillas
Philips. La luz de aquellos casquillos con cadena de váter. El albor del aburrimiento
se abre paso, entre el jolgorio, y la arrogancia de la Navidad. Como dijo otro
tipo, de esos, que uno suele echar de menos en estos días; Voltaire dixit:El secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo
todo. El almendro de España está crujido y pide silla, en la mesa engalanada, con Eloísa y una caja de Loperamida.
Dedicado a toda esa gente, que en estos días, siempre se echan de menos. In Memoriam
Fotogramas
adjuntados
Le
Monte-charge (1962) by Marcel Blüwal
Black Mirror: White Christmas (2014) by Carl Tibbetts
Hace
unos cuantos inviernos, demasiados para un mortal, que les pierdo la cuenta
meteorológica.Por aquel entonces, una
lóbrega noche, la luna se posaba sobre un oscuro telón profanado por millones
de pequeñísimas e incontables estrellas apagadas. Mi curiosidad me perdió y no
pude evitar acercarme al marco de la puerta para contemplar aquel mar infinito; yermo y quemado.La bestia de la que siempre me había hablado mi abuela, estaba
ahí, delante de mi nariz. Aquel animal, mitad humano, mitad cuerpo mitológico
era completamente real. Sus ojos rojizos iluminaban la senda que llegaba a la
fuente de la aldea. De pronto, rugió un aullido grave, que se quedó alicatado
en mis tímpanos. Una la loca carrera comenzó desde los nogales de Fresno; el
animal atacaba con espantosa furia y yo estaba exhausto de oponer mi parca
resistencia, a tanta lucha continuada. Cuando, una lanza acertó, en uno de los
ojos de la bestia y cayó entre la abundante sangre que salía de su cuenca
orbital. Me quedé vigilante, mientras escuchaba sus agotados gruñidos y
expulsaba una anaranjada espuma por sus fauces. El cazador se tiró sobre él —con salvaje rabia— hundiendo su cuchillo una y mil veces en el cuerpo de aquela alimaña. Aquel tipo estaba tan roto como la bestia; fatigado y herido se
desplomó seminconsciente a su lado. Yo pensé que haría ahora, ya que si la
bestia volviera a recuperarse: ¿Continuará su camino? ¿Se acercaría hasta
nuestro caserío?... Las ideas se agolpaban y enmarañaban en mi jodido cerebro;
extrañas alucinaciones me embargaban el ánimo, y terminé como aletargado.
No
habría pasado media hora, cuando del espeso ramaje, donde había quedado abatida
la bestia. Una mediana sabina se estremeció y entre dos ramas asomó la cabeza
de un nuevo ser —supuesta cría de la bestia derribada— que el cazador había
matado. Se erguía, como un humano, con la cabeza de un cabrito y sus cuernos
bien definidos. Apenas, 60cms. Pero, me puso los pelos de punta. Aquella noche,
era la más extraña de mi vida, cuando mi cerebro dio con el acertijo. Pues,
aquel cabrón había pasado la noche acurrucado bajo las hojas, muerto de miedo,
presenciando la gran pelea que su madre sostenía con aquél enemigo. En ese instante, observó que todo estaba en calma. Se atrevió a salir de su escondrijo —apoyando sus
patas a lo largo del tronco— y comenzó a bajar muy despacio.
Eh,
venga! Muévase—gritó el cazador.—Hablaba conmigo.
Sin
salir de mi estado fantasmagórico. —Es a mí—¡Sí, venga, corriendo, o la bestia
acabará con todos!
—Sr.
¿Quién es Ud?
—Soy
Nimrod; el cazador del mal.
—Aquí
nunca ha pasado nada.—Me sentía desbordado por los acontecimientos.
—Hasta
que llega, chaval. El mal convertido en una criatura letal.
—Podría
llamarme, Edmundo.
—Edmundo…
(Risas, vaya nombre) En fin, ponte a cubierto. Voy a acabar con el demonio de
Cernunnos.
—¿Cernunnos?
—Sí,
amiguete. Luego, ponte a buen recaudo…
A
partir de ese instante, todo fue un baño de LSD. Desde una mirada volcánica que
salió de los ojos de Nimrod, hasta el primer zarpazo que le arreó la criatura.
Ésta, en apenas 30 minutos, pasó crecer 120cts más. Aquel desgarrón en el pecho
le sacó de su letargo. En mi mente, sonaba, esta frase:una liebre que oye a la
jauría, no corre más deprisa. Del héroe de la noche, Nimrod “el cazador” no
quedaba nada, apenas un hombre despavorido, loco, muerto de miedo, sólo en el
mundo que— corría y corría, para salvar el pellejo— se había desinflado de ese
ardor guerrero, que apenas, unos instantes alardeaba. Cuando Nimrod pudo darse
cuenta de sí, vio inclinado sobre él, el cariñoso rostro de mi
madre.—Acojonante, yo la había perdido cuando tenía 7 años. —Ahí estaba,
hermosa y sonriente. No soñaba, era ella la que le reía, la madre de sus hijos,
viva y salvada, sin duda alguna por un milagro. Gruesas y ardientes lágrimas
corrieron por las curtidas mejillas del cobarde guerrero.—Estaba atónito.
No
obstante, me pregunté por esas lágrimas… ¿Eran las de la alegría del padre que
despierta entre los suyos, o lágrimas de vergüenza de un orgulloso cazador que
se cagó de miedo? Luego, se escuchó una voz celestial, y una plegaria; se dejó
caer como algodón de azúcar, en aquel trozo de bosque. Un momento de paz que
acariciaba, en la hora del inminente peligro. El mismo que siempre veló por el
sino de aquellas criaturas humanas que luchaban por perder su anhelada
mortalidad. Al final, uno dejó de soñar, durante un largo tiempo, para no
convertirme en ese monstruo gris cobrizo que respira en los primeros días
cálidos de los nuevos otoños. Esos que hacen que los veranos parezcan
entremeses y los inviernos menos grises. Es el tiempo de los mortales. Debería
de serlo. Ese, en el que se miran a los ojos. Empero no se confíen, los dioses
son tan osados; que nunca sabrán si te ven, a través de los tuyos, o si tú te
ves reflejado en los suyos. La mediocridad es conformista y el cambio climático
tan repetitivo como el Tramadol y la previsión meteorológica.
Dedicado a Celia Barquín
Julio 1996/Septiembre 2018 In Memoriam
Aquel
día perdí el rumbo y el cuaderno de bitácora, donde recogía las últimas notas.
La tormenta se mostró con una fuerza inusual. Cayeron bártulos y soldados de
plomo, como enormes bolas de granizo. Era un tobogán sin final y claro; el libro de
bitácora despareció. A pesar de aquel desastre; la Sra. Shelley se acariciaba
el pelo, mientras contemplaba el hundimiento de nuestras vidas.
Desgraciadamente, las horas se volvieron erráticas y tediosas. Afortunadamente,
llegó el momento, donde la pantalla del viejo teatro mostraba el The End. El
silencio se volvió jolgorio y la oscuridad luz de cristal, hasta la siguiente
semana. Desde los urinarios llegaban inquietantes efluvios a orina rancia y lejía. A
través, del pasillo se atisbaba una figura sentada, remarcando una sombra
inmóvil. En la calle del viejo Londres; la oscuridad terminaba de impregnar la
nebulosidad total. Incluso nos dejó ver los últimos destellos de las luces de
gas.
La
figura inmóvil toma vida y comienza a seguirnos. Gira su cabeza hacia la
derecha y baja la escalinata del teatro con desparpajo. Allí se queda en la
penumbra. En el último rincón del boulevard, el viento ciega a los peatones y
cambia el itinerario, de aquellos que no saben dónde ir. Conversaciones avisan de la
muerte del verano. Los silbatos y las voces de la policía llaman al orden, y éste
aparece, como espuma de diazepam, en el capuchino del aguerrido personal. La
noche en tormenta no era apetecible para aquellos chavales tímidos y pudorosos
que vimos en la terraza del puerto. Otra vez, el rostro resplandeciente de la
Sra. Shelley desistía de la atemporalidad momentánea —no hizo ningún gesto
expiatorio— mientras mantenía la compostura. La pérdida de la inocencia y la
caída meteorológica de la moral, dejó a la vista un panorama lleno de
prejuicios hacia su persona.
Se
escuchaba el tic-tac del grupeto de relojes de los estados del tiempo. Era el
mismo artilugio que nos acompañaba allá donde fuéramos y tan inexacto como una
predicción apocalíptica. No obstante, confiábamos ciegamente en su mecanismo,
que velaría por nuestra seguridad. La noche se arrancó con unos truenos que nos
generaban taquicardia. Era el preámbulo de la función. Inesperadamente, el
telón no subió en esta ocasión. Cuando todos lloramos la caída del reloj de
arena. De inmediato, se esparcieron las areniscas del runrún de la tragedia. Todos mirábamos a la
Sra. Shelley con el anhelo de una inocencia confundida. Nuestros sueños se
quebraron —de la misma forma violenta, que el reloj— nunca más despertamos de
aquella pesadilla. La Sra. Shelley se marchó envuelta entre tinieblas y sombras
con el gigantesco monstruo de la mano.
Ahora,
si se escuchaba el tic-tac del reloj, y ella llevaba un gran ramo de lirios, en
los brazos. Se giró y nos sonrió, mientras daba un inocente beso a su querida
criatura. Después, arreció el viento y su melena de cabellos blancos
desapareció en el horizonte de la bahía.Alguien, pensó que
éramos demasiado viejos para estar muertos.—Yo sólo me preguntaba: ¿alguna vez
vimos, antes de la tormenta, un bergantín en algún lado del otro, por aquel
viejo Londres? ¿Somos los últimos habitantes del viejo cementerio? La Sra.
Shelley parece feliz, pero se marchó sin invitarnos a tomar su rico pastel.
Finalmente, Las calles estaban anegadas de agua y se formaron riachuelos que
terminaron arrastrándonos, uno a uno, al lado de cosas sin valor. En el fondo,
sólo creí en Dios, aquella tarde de otoño, cuando la Sra. Shelley nos invitó a
su morada.
FIN Dedicado a Macario Gómez Quibus Marzo 1928/Julio 2018 In Memoriam
Fotogramas adjuntados
Frankenstein 1931 by James Whale
The
Frankenstein Chronicles 2015 (TV) by Benjamin Ross
The Bride of Frankenstein 1935 by James Whale
Mary
Shelley's Frankenstein1994 by Kenneth Branagh,
Me
hubiera gustado se un poco más feliz. Tampoco lo sabía muy bien. Aunque una cosa es experimentar y
otra quebrantar. Nada más lejos de la realidad, querido Braulio. Es inefable,
el jodido dolor que me causas, día a día. Tu ausencia es como el veneno dentro
de un ambientador de marca blanca esparcido por toda la casa. Aún puedo
sentirte, olerte y escucharte. Sí, Braulio. Te veo en cada rincón, de este
lánguido y enorme casoplón que construimos juntos. ¿Dónde estás? ¿A dónde te
fuiste? ¿Por qué lo hiciste? ¿Tanto te costaba aguantar un poco más? ¿Cómo
pudiste ser tan egoísta para marcharte, y dejarme sola? Me muerdo las uñas y el
pelo se me cae. No sé si estarás pasando frío en la gélida noche. Si te has ido
al otro lado del charco o si estás cerca, riéndote de mí. No sé qué pensar.
Empero este sinvivir sigue dentro de mi cerebro. Deseando que aún respires, que
sigas con vida, allá donde estés. Ya está bien, Braulio. ¡Basta de esta lenta
agonía! ¡Por favor! Te lo pido de rodillas, mientras mis lágrimas crean un
estanque de agua salada. Veo el sofá, nuestro dormitorio y el estudio, Braulio.
Pero no te veo a ti. Sin embargo, Braulio, no era la primera vez que cometía el
error de desaparecer.
A
la búsqueda de un afán desesperado por intentar definirse a sí mismo, por
ordenarse mentalmente. Braulio era uno de esos tipos que nunca podía decir: “yo
soy...” Del mismo modo, que sus labios pronunciaban las palabras, de turno. Ese
maldito ser desaparecía... Sólo existía el pasado, ese que únicamente podía
definir un borroso esbozo de lo que había sido: enturbiado, ex profeso, por las
diferentes tonalidades que se mezclaban en la paleta de la circunstancia.
Braulio, no podría llegar a conocerse nunca a sí mismo. La angustia le asaltaba
de un modo repentino y caprichoso. En cualquier momento, estallaba. No llamaba
a su puerta, entraba así de sopetón, sin previo aviso. Era la llegada del ese
momento de desnaturalización del personaje; que lo inundaba todo. Braulio, era
demasiado joven... posiblemente, le faltaba mucho por experimentar, y ahora le
asaltaba la duda de vivir o morir.
El
mero hecho de percatarse de ello se lo impedía, y entraba entonces en una
vorágine de enlaces racionales que deberían haberle permitido comprender su
agonía absurda y sin sentido. Braulio, intentaba bucear en sus contrasentidos,
causas, consecuencias, emociones, esperanzas y humillaciones. El resto de
sensaciones quedaban muy lejos, como los humores etéreos que se arremolinaban, en ese molde, donde ninguna pieza encajaba; que seguía siendo, su atribulada
cabeza. — Sí, lo sé todo de ti y lo desconozco todo. Braulio ¿por qué no me
dices dónde estás? Te he buscado por los rincones más extraños que pudiera
pisar mi honor. Estoy enloqueciendo, siento mi locura, más intensa de lo
habitual. Y sólo sufro por ti. ¿Braulio, sabias que nadie más, denota tu
desaparición? Pero, solamente es mi imaginación, mi mente que se niega a
aceptar la realidad.
Dos años después
Unidad
de investigación de personas desaparecidas en un lugar de Segovia…El
cuerpo de Nekane Iturralde López ha sido localizado, en un viejo cauce, a la altura de
una pedanía cercana a la población de Pedraza. La portavoz de la Undad ha
comunicado a los medios de comunicación presentes; que entre las pertenencias localizadas de los restos
del cadáver; se encontraba un sobre con una carta, en su interior.
Una
vez levantado el acta del cadáver, por el juez, éste ha sido enviado al Instituto
de Patología Forense del Hospital Ramón y Cajal. Esa misma tarde un medio digital reproducía parte de un extracto de la misiva que llevaba NI. “Braulio, amor
mío, vuelve... Yo te quiero. Eres la persona más importante de mi vida. En
tantos años pasados; quemaría todo lo escrito y retrocedería a las vigilias que
me llevaron al borde del suicidio (a pesar de haber nacido en el seno, de una
añoranza de perpetua tristeza, de tú extraña dependencia, siempre me rondó la
misma pregunta: ¿se sentiría cómodo siendo feliz?). Posiblemente, ya no era
necesario. No obstante, Nekane dijo: ya no lo aguanto más. Esta angustia me está
matando. De verdad, Braulio. Es otra de tus crisis habituales o ¿Tienes pensado volver? Porque te necesito más que nunca de vuelta. ¡Braulio, amor mío! Por fin,
te encontré para siempre.
FIN
Dedicado
a Harlan Ellison mayo 1934/junio 2018 In memoriam
Fotogramas adjuntados
Mystery
in Mexico (1948) by Robert Wise
The
Night Of The Following Day (1973) by Hubert Cornfield
Aquel
instante me pareció el más importante de mi vida en mucho tiempo. Aún, tengo la
sensación que, en otro lugar, el sentimiento se hubiera vuelto inexplicable.
Pero no dejo de pensar, lo ocurrido ese día. No encuentro palabras para
descifrar, mis sueños o la ausencia de lógica en mi comportamiento diario con
ese jodido dolor. De repente, la melancolía se apodera de todo mi tronco
esquelético. Hay furia y tristeza. La más exultante impotencia que uno pudiera
imaginar. La desolación de un hombre excluido. No sé dónde ubicar todos estos efectos.
Y de nuevo, volvió aquel intrigante pensamiento: amar o abominar la crueldad de
los pinchazos en el tórax.
Las
quemazones y las descargas eléctricas. En un segundo, recordé algo, esencial.
Si mi mente está dividida en múltiples compartimentos: ¿en cuál de ellos
encontraría la auténtica esencia de los humanos perfectos? Empero, si la mente
fuera un solo ente, sin estructurar, las diferentes partes del cerebro;
evidenciarían que no estarían enteradas —específicamente— de las funciones
concretas. Yo lo sé, porque me lo dijeron hace mucho tiempo en la facultad.
Pero como explicarle al otro yo; en el oeste de mi cerebro. A lo mejor, la
solución, estaría en la frescura de cualquier alumno de primero de medicina.
Tan simple, como creer en la etimología de la enfermedad, la cual, lleva
expresa tan grosera falacia.
Al
final, el dolor te consume, como la ceniza de un cenicero en un bingo. Al igual
que la desesperación de no poder comunicarte con el de enfrente. Angustiosa y
patética experiencia.Soy incapaz de
explicar este sentimiento, pero recuerdo aquel instante, ese momento, en el que
fuimos felices. Simplemente, sentados, uno al lado del otro. A pesar de la
distancia geográfica y la casuística del lenguaje. Al final aprendimos a
escuchar, a traducir, a observarnos y descubrir entre minucias de acertijos.
Fue duro y desolador. Cuando, finalmente, asumimos el inexplicable secreto de
la sordera del dolor. El dolor de los cuerpos extraños y su perpetua soledad.
Dedicado
a Philip Roth marzo1933/mayo 2018 In Memoriam
Hace
ya seis años, que me enrollé la manta al cuello y con la ayuda de la mejor
persona del mundo, puse en marcha el Inquietante Bypass. Sepan que no soy muy
de celebraciones, ni de escritura personal, ni de la autoayuda, batallitas de
chaveas, y por supuesto, mi horrenda empatía social —in person—, que sólo he
superado con psicoestimulantes, a lo largo de mi primer cuarto de siglo. Sin
embargo, conseguí que mi vida fuera como yo quería: nada de deberle favores a
nadie, ni compromisos fraternales. Puedo decir que he hecho lo que me ha salido
de los huevos. Eso, sí. Sin dejar de lado mis obligaciones contractuales. Nunca
he nombrado a mi familia porque no la tengo. A ver, si la tengo… ¡Demonios!
¿Quién no tiene familia, en este mundo? Aunque, haya sido tu esclavista o
maltratador de turno. Una pena, pero claro ese estamento no se elige, se
impone. De ahí, mi amor inconmensurable por el gran, Dickens. Me considero un
engañado, a todos los efectos. Desde el salto de la placenta de mamá, hasta el
lomo de la rana de S. Antonio. Pasando por el fórceps de un obstetra con Celtas
emboquillado, pegado a sus amarillos labios, y bigotito falangista, en 1966.
Hasta una reanimación cardiaca, debajo de un enrobinado grifo, que chorreaba
gélida agua. Afortunadamente, hay algo que me hace feliz, me ha dado mucha
felicidad y ha sido mi mejor compañía; el sexo, el dinero y las drogas. El
dinero está ahí, no muy lejos. Si trabajas duro, tendrás tu recompensa. Yo he
ganado dinero, como me lo he pulido. Una Minipipmer sin tope de voltaje. Y eso,
no ha sido nada, comparado con el subterfugio de los jodidos daños colaterales.
No. Sres. No conté con ello y de allí, mis malditas penurias. Nunca creí lo que
me pasó hace ocho años y menos aún, como me puede estar pasando a mí. ¡Joder! Todavía,
sigo sin creérmelo… La putada es que no puedo, ganar dinero como antes. No
puedo entrar al campo de juego. He de resignarme, a la realidad, y ese escenario, donde lo vital es apestosamente terrorífico. Sólo quieres desaparecer. A ver, que no me vean en estas últimas letras,
escorzos de lloriqueo o moquear. No me quejo, no me gusta el postureo de la
lamentación. ¡Cojones! Ahora no puedo ganarme la vida con mis manos. Ya, que sí, que lo sé. Lo entiendo. Síí, medio mundo se muere de hambre para que los acomodados
europeos occidentales den la murga. Como estoy de aniversario, se joden y la
aguantan. Me crie en un barrio, donde la gente madrugaba mucho para ir a
trabajar y las madres hacían cola en el Mercado Central para traer un poco de
morralla a la cocina. Un lugar, donde existía un respeto hacía, la edad. Los
gerontes tenían galones y sabían de la vida; se les admiraba. En la calle, los
colegas estaban a medio camino entre el mundo quinqui, la heroína, la cárcel y
la movida: Una estafa de Tierno Galván, pero era tan cool que comparado, con la
acera de enfrente, pues hasta tenía su puntito. En el fondo, un hombre sabio, viejo y muy tierno. Dentro
de ese colectivo, de ancianos mayores, estaban los que habían tenido sus
problemillas con la ley. Es decir, entre ladrones, los códigos existen. Y al abuelo
más gamberro, se le respetaba. Bueno, iba a Roma, con su pliego al Papá. Yo era
un estudiante modélico de unas notas magníficas, hasta que dejé de serlo. Tenía
mucha suerte, con lo del estudio, pues no estudiaba nada y me acordaba de todas
las frases, los versos, las formulas matemáticas y las figuras literarias. En esos escasos segundos que, había leído el libro de turno, me colgaba otro notazo en el examen. Hasta que
la memoria se empieza a marchar. Se escapa como el confeti de una noche de fin
de año. El otro día mirando mi colección de cajas vintage de los mejores
Maltas, me di cuenta que la de Bowmore, tenía unas anotaciones, donde se leía
títulos universitarios e idiomas. La abrí y me quedé exhausto. No me lo podía
creer, tendría que pasarme un día entero para introducirlos en una base de
datos.Mi casa está llena de libros,
casi todos comprados en librerías de lance, rastros u ofertas de saldos. Siempre
pensé que con una licenciatura, o dos, la gente te abriría una puerta y te
miraría mejor, esgrimiendo debajo del brazo un título firmado por el gangoso matadumbos Borbón.
Yo
crecí en un tiempo y un barrio, donde las familias eran tan pobres que le
decían al vecino; mi hijo es abogado, eh! Claro, que tiene su lógica. Aquellas
personas nunca pudieron leer ni un solo libro. En el fondo, es una gran estafa,
lo del título de matadumbos. Todavía recuerdo el día que llegué a la universidad
—uno estaba encantado— menuda breva. Trajeado como Patrick Bateman. Olía a
Ferragamo y pisaba con fuerza mis Clarks. Un 127 Fura, en la puerta y un montón
de nenas “Ñan”, que me miraban. No había muchos tíos de 25, todavía quedaba un
mes para los 26. Ah!, aquel aspecto aniñado y guapín que daba propinas al
camarero del bar de la facultad y pagaba las copas de criaturas que, llevaban
la mochila del Corte Inglés pagada, con los Valecortys, de sus viejos. Era el
puto amo. Y batí un record. Menuda máquina: trabajando y estudiando 5 años
seguidos: me licencié, con tesina y una tesis doctoral que no quise leer,
porque la quemé, tras una noche de farra hasta el amanecer. La quemé en un
descampado con una botella de Jameson en la mano. Borracho como una cuba, reía
y reía delante del fuego. ¡A la mierda! La cuestión es que no paraba, también
compaginé un Máster de dirección de cine, guion y producción, que por cierto lo
organizaba gente del ESCAC y una universidad palmera que pone la mano. No
recuerdo bien, el nombre, hay tantas, como setas. Sí, esos bolos que se montan
algunos de los que tan efusivamente, y a día de hoy, pintan canas por las redes
sociales con sus retoños.Como Amancios, en
su cumpleaños. ¡Qué tal chico, cómo estás...! Y se exhiben, Ahora, cuando, lo
ven a uno, dócil y viejo. Desconchado, por las cicatrices de los quirófanos y
convertido en un ser sin vida por el dolor. Todo el mundo siente pena y esa
lastima por el descalabro. ¡Grande Wilder, a patadas por las escaleras! ¡Qué
lejos quedan las promesas envueltas en oro y lentejuelas! A ver, un segundo,
que tengo que tomarme una cápsula de morfina y un zumo. Sigamos, ¿por dónde
iba? ¡Ah, sí, ya recuerdo! Un par de años antes de entrar en la facultad,
comenzó mi primer gran intriga por el cine. Sí, aquello fue un escándalo, de
cojones. Al lado de la pija, más guay del sagrado corazón púrpura redentor, no
soy muy devoto. Será porque pude elegir entre ética y religión. Poca
diferencia, la maldad las separa seis grados, en el limbo. Ahí, comencé otra
estafa relacionada con el cine, donde aparecían gentecillas de la divina
cultura de esta villa fallera. Desde gente que ganó un Goya, pidiéndome una
correa, pues se le caían los pantalones. Ahora, el cabrón agarrado como un chinche; no se pintaba una línea de la papelina que llevaba en el bolsillo.
Cosas de aristócratas antisistema. Estaba fuera de órbita. Desde que tuve que
aguantar una noche, a ese hijo de la gran puta borrachín, de Córdoba. En el
rodaje de un cortometraje, me ponen de nani de guardería en el café de la
Infanta. Menudo elemento. Por cierto, con la ley actual ¿Se le podría aplicar
los cargos de acoso y violencia de género? ¿O lo acosar, a un tío no es acoso?
Creo que los The Goya Corporation, me señalaron de por vida. Ahora, la vida da
muchas vueltas y entré en un bombo de la champions league. Donde, yo terminé
metiéndole el mejor gol, de mi vida, a todos estos niñatos de Papuchi y
Mamuchi. Como lo de escribir, no se me daba mal. Alguien, a quien le tengo un gran respeto dijo; lo haces un rato bien, criatura. Hay gente que te mira con buenos
ojos. Ahora, es el presidente de mi club de fans del IBP. No todo va a ser hulla de Ponferrada. Habrá gente que les joda escucharlo
y otros se la sudará. Luego, están los que lo dicen todo con la boca pequeña y
los ojos ensangrentados. Lo siento, pero no tengo la culpa de escribir y follar
como los ángeles de la Capilla Sixtina. Los ángeles follan, y no es mentira,
hasta Versace lo dijo, antes de ser asesinado.
La
cuestión es que escribí un guion. Aquel guion era para un formato televisivo de
concurso. Tuve una idea cojonuda y la cosa, como el que no quiere, fue un
pelotazo. El episodio piloto hizo un gran share. Algo que yo detestaba. La cuestión;
es que la productora —que gestionaba el programa— no quería que yo tuviera la
autoría y el copyright de aquel sarao. Y dije: Puta madre! Nos fuimos a pleito.
Como me la traía floja aquel mundo, de chilicuatres, del postureo
digital. Accedí a negociar en una habitación, una suculenta compensación
económica. Así como la entrega de todos los derechos de autor. Se lo quedaron y
felices con unas perdices los perdí de vista. Querían darme la mano o besarme
el culo… Yo solo quería marcharme lejos… Ese guion es la idea original de un
programa que —a día de hoy— se emite en más de 50 países. No me quejo, eso sí.
Mi picapleitos que es una de las personas, a las que más quiero, junto con mi
asesor fiscal. Me dijo que estaba loco de atar. ¿Por qué vender algo que lleva
20 años siendo la gran mazorca de la TVs? Te lo dicho mil veces, Isidro:—No me
gustaba, esa mierda. Yo quería hacer cine. Irme lejos de este puto país, cuando
se muere mi madre. ¿Inoportuna? Puede. La vida y fatalidad, separadas por un
instante muy efímero. Una tragedia más, que metes en tu mochila, y se carga con
ella. Fue un época convulsa y compleja. El dinero se consumía. De repente, cogí
el teléfono. Al otro lado, del hilo telefónico, el depredador de Isidro. Él
sabía lo de mi madre y con lo que ganó de la comisión del affaire del guion.
Nunca ha dejado de llamarme y preguntar por mi vida. No obstante, Isidro, me
llamaba para decirme algo muy jugoso:— ¿Oye, Jon, si no quieres ser guionista famoso,
podrías trabajar como escritor negro…?—Ah, pues, tío. Tiene buena pinta. Va a ser que sí. Me
consiguió un contacto con una agencia que necesitaba un escritor con estilo y
oficio, para ser Ghostwriter. Así, hasta llegar a la edad, de todas mis
desgracias, 43 años. La edad de mi eterno amigo Tony Soprano. No lo puedo
evitar, pero lo echo mucho de menos. ¿Ven por qué sigo mustio y muy jodido?
Lógico.¿No creen que podría estar ganando un pastuki? Luego, está lo de esta
chica, rubia, que manda en Madrid y al parecer quiso hacer un Máster, como el
sujeto, Blasito. A ver, se acuerdan de la botella de Malta de Bowmore, claro
que sí, con lo bueno que está. Da la casualidad, que como no había tenido bastante
con la arqueología, la prehistoria, el cine, los putos guiones y el mundo
negro. También hice un Máster de Periodismo y estaba en la cadena de los curas
de becario. Tenía muchos tacos y la gente me llamaba el becario científico, por
lo de los espolones. Los chavalitos pagaban un pastón como la Cifuentes
(perdón, ella no) para hacerlo y poder hacer prácticas gratis. ¡Hay que joderse!
Venga, ya! Investiguen las universidades que son cómplices de esta mierda. Les
gusta el dinero, tanto como a servidor. En ese Máster conocí a Blasito, que sin
tener la licenciatura de Periodismo, acabó siendo un tipo muy importante en la
consejería de cultura de fallerolandya.
No
digo, sus apellidos y demás, porque esto lo tendría que hacer los de la prensa
levantina. No confundir con los cachas. Y ya saben, que el dinero, es esencial
para mí. Luego, no tengo ganas de joderle la vida a ese cabrón, al cual le hice
hasta el trabajo de fin de Máster y tropecientas mil asignaturas. Bueno,
dejémonos del puto Blasito y vean cómo se las gastaban, en la capilla del micro de los
curas. Llego allí y me dan un plumero y una caja de folios. ¡A la
fotocopiadora, campeón y nos traes dos aguas con gas! Pasaban los minutos y a
las dos horas, aparece una chica con cara de angustiada. Me dice:—Oye, chico,
que te llaman del estudio central. Allí, que voy yo. Mi voz, al igual que mi
entrepierna; suena muy viril y sexy. La cosa como el que no quiere, se mascaba en el ambiente, apuntaba mal pálpito. Aquel
corral tenía un gallo grande y viejo, al que mi intervención —“in live”— lo
hizo polvo cuando entré en antena. Y se las ingenio, para decirles a los de la
dirección del máster; que no era la persona indicada para trabajar en radio. Yo
antes de marcharme le espeté: ¡Ud. es un envidioso! Lo lleva en la cara.
“Arrieros somos, y en el camino, nos encontraremos.” Me marché muy enfadado,
enfadadísimo. Supe con los años que, al payo, le dio un infarto, como el que me
dio a mí, de los masivos. Realmente, muy jodidos y letales. Empero, él se murió.
Lo siento, yo no le deseaba la muerte. Ni se la deseo a nadie. Sólo un par de
hostias públicas o unas disculpas… Ahora hay un Máster de radio con su nombre y
una placa. Los niños y las niñas bien que estudian periodismo en la privada
pagan por hacer prácticas en la silla del rey de la radio fallera. Como diría
mi amado Hubert SelbyJr. He tenido una vida realmente, muy literaria. En 2002,
Selby entregó a la imprenta su último trabajo, porque ya no tenía vida pública.
Atado a un tubo de oxígeno, había dejado de dar clase y padecía una terrible
depresión. El bueno de Selby murió en abril de 2004 por la jodida necrosis
pulmonar crónica, que soportaba, desde sus tiempos mozos en la marina.
Curiosamente, Hubert rechazó la morfina durante sus últimos días de hálito.¿Entienden porque me gustaría escribir como Hubert Selby Jr? No hay escritores
como él, ni los hacen ni se fabrican. Es muy difícil ver algo tan sui generis,
como aquel genio. Recordaré aquella reseña que escribió para L.A. Weekly: “Lo
extraño, en realidad, es que todavía estoy vivo, y que periódicamente puedo
publicar un libro. Creo que tiene que ver con aquella sentencia de muerte que
me dio el médico cuando era joven. Que se vaya a la mierda, pensé entonces.
Nadie me dice lo que tengo que hacer”. Durante estos 6 años, el IBP, en
realidad se le debe al coraje de una mujer extraordinaria, que me empuja a
ponerme delante del ordenador. Aunque, sea en una silla de ruedas. —Escribe,
Jon. —No cielo, yo no soy escritor. Para ser escritor se necesita el arte de la
disciplina y la técnica. Y yo nunca he sido disciplinado, aunque tenga mucha
técnica. Está claro que soy una causa perdida. No tengo miedo a la muerte, sólo
a no verte nunca más. Eso si que me da auténtico miedo. Aquí me he sentido libre y escribo cuando puedo, sin
presión. Escribo de lo que quiero, siempre con el cine por delante. El dinero,
nos da la libertad, para elegir ser muchas cosas. Lo peor, es tenerlo y no tener
salud. Es obvio, cuando no tienes un céntimo no haces la declaración de la renta.
Por cierto, no le den un like, al post. Pues, me importa un pimiento, Mr. Like. Y todos sus negocios de venta de datos; cuando cagamos, follamos, nos cepillamos los dientes o nos vamos de vacaciones.¡Qué le den a Mr.Pulgar! Empero, si les ha gustado mucho, tendré que seguir escribiendo hasta que me
encuentre en un bar muy canalla con el karma de Selby Jr. Palabra de cardiopata.
Dedicado a Steven
Bochco diciembre 1943/abril 2018 In Memoriam Fotogramas adjuntados
Hubert
Selby Jr: It/ll Be Better Tomorrow (2005) by Michael W. Dean& Kenneth
Shiffrin
The
Big White (2005) by Mark Mylod
Man
of a Thousand Faces (1957) by Joseph Pevney
I
love You Phillip Morris (2009) by Glenn Ficarra& John Requa
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